Exposición
La primera programadora de la historia es la nueva protagonista de nuestro espacio expositivo ‘Efemérides’, una muestra de pequeño formato.
Ada Lovelace fue una mujer de inteligencia privilegiada, visionaria y valiente, que vivió una vida en muchos aspectos a contracorriente de su época. Ella supo ver en una máquina de calcular la futura era de la computación.
La primera programadora de la historia
Uno de los objetivos de este espacio expositivo es dar visibilidad y reconocimiento a mujeres inventoras poco conocidas u olvidadas. Primero fue la actriz Hedy Lamar y su sistema secreto de comunicaciones, después le siguió la maestra Doña Angelita Ruiz y su original enciclopedia mecánica, y ahora le toca ahora el turno a la extraordinaria matemática británica Ada Lovelace. Todo lo relacionado con esta exposición, también se podrá seguir y comentar en redes con el hashtag #LaPrimeraProgramadora.
Una figura imprescindible para entender la actual era de la informática, considerada como la primera programadora de la historia, Ada Lovelace fue una mujer de inteligencia privilegiada, visionaria y valiente, que vivió una vida en muchos aspectos a contracorriente de su época.
Esta muestra –en la segunda planta de Espacio Fundación Telefónica hasta el 15 de octubre– traza un breve recorrido por algunos de los hitos esenciales de su biografía: la peculiar formación para una mujer de su tiempo, su débil estado de salud, la admiración de muchos de sus colegas, sus fructíferos intercambios intelectuales con muchos de ellos –sobre todo con Babbage– , y por supuesto, su principal aportación: lo que se considera el primer programa de ordenador de la historia.
Una educación masculina para una mujer portentosa
Ada Augusta Gordon nació en 1815, en Londres, única hija legítima de George Gordon –Lord Byron– y Anne Isabelle Milbanke. Su madre Annabella era hija única de una acomodada familia con excelentes conexiones políticas. Inteligente y de ideas progresistas, tuvo una formación inusual para una mujer de su tiempo. Byron la llamaba su “princesa de los paralelogramos” debido a sus conocimientos y amor por las matemáticas.
Lady Byron sometió a su hija a una estricta educación con la intención de apartar de ella cualquier atisbo de la irracionalidad o influencia “poética” heredada de su padre. Su formación corrió a cargo de diferentes profesores, mentores e institutrices: francés, música, alemán, latín y griego, historia, y por supuesto, ciencias y matemáticas formaron su insólito plan de estudios. A los doce años, Ada se obsesionó con la idea de volar hasta tal punto que escribió un tratado con sus investigaciones: diseccionó pájaros, estudió su anatomía, realizó cálculos matemáticos sobre ella; analizó materiales para construir alas: plumas, papel, alambre….
Pronto dejó atrás a su madre y a sus primeros profesores en conocimientos matemáticos. Pidió a Mary Somerville, una ilustre científica, que fuese su tutora. Con ella mantuvo una intensa correspondencia sobre matemáticas avanzadas.
Brillante, intrépida y reconocida amazona, no parece que Lady Lovelace encajara demasiado bien en la rígida sociedad victoriana.
El gran encuentro de su vida: Charles Babbage
Cuando Ada contaba tan solo con 18 años conoce a Charles Babbage, la persona que más le influiría y con quien mantuvo una amistad y colaboración de por vida.
Babbage era un inventor rico y famoso. Y, además, todo un talento: era titular de la cátedra lucasiana de matemáticas de Cambridge, que antes había pertenecido a Newton y que después ocuparían ilustres científicos como Stephen Hawking: Darwing, Dickens, Florence Nightingale, el Duque de Wellington, Augustus de Morgan, Lord Tennyson, Faraday, Wheatstone eran asiduos de sus veladas.
En estas fiestas Babbage disfrutaba mostrando una de sus invenciones: un fragmento de una máquina automática de calcular: la Máquina de las Diferencias. Según relató una invitada, cuando Ada vio este modelo entendió inmediatamente cómo funcionaba y supo ver “la belleza del invento”.
La máquina analítica
Mientras Babbage trabajaba en su Máquina de las Diferencias, tuvo otra idea, una máquina más avanzada: la Máquina Analítica, pensada para ejecutar cualquier tipo de cálculo matemático. Compuesta por altas columnas de ruedas dentadas apiladas, comunicadas entre sí por engranajes y palancas y alimentada por una máquina de vapor, hoy en día está considerada como el antecedente de los ordenadores actuales. La programación se llevaba a cabo mediante tarjetas perforadas, que hacían funcionar toda la maquinaria y también podían utilizarse para almacenar datos.
En las miles de notas y diseños que Babbage enviaba a Ada sobre la Máquina Analítica, se describían casi todas las características y elementos básicos incorporados hoy en los modernos ordenadores: dispositivos de entrada y de salida, memoria y procesador. Pero no llegó a construirse. La tecnología de la época era insuficiente para fabricar sus miles de componentes.
Las aportaciones de Ada Lovelace
En 1840, el matemático Charles Babbage dio una conferencia en Turín sobre su invento. A ella asistió Luigi Federico Menabrea, un ingeniero militar que llegaría a ser Primer Ministro de Italia. Menabrea, impresionado por la máquina de Babbage, escribió en una revista francesa un artículo titulado “Esquema de la Máquina Analítica”. El único documento publicado sobre tan sorprendente artilugio y en el que describe la estructura básica de la máquina.
Ada Lovelace, a instancias del científico e inventor Charles Wheatstone, tradujo este artículo al inglés, añadiéndole una serie de notas explicativas. Esta notas duplicaban con creces la longitud del texto original de Menabrea y convirtieron esta publicación en uno de los documentos más importantes de la historia de la computación, gracias a la aportación del genio de Ada Lovelace.
En esas notas de Ada se encuentra el avance de muchas ideas modernas de programación como bucles, enunciados y el concepto de la computación de propósito general.
Más allá de la resolución de ecuaciones numéricas, Lovelace proponía la posibilidad de que mediante la manipulación de símbolos se podía operar sobre cualquier tipo de información, no sólo números. En una época anterior a la introducción de las matemáticas en la lógica, este concepto suponía un avance extraordinario y revolucionario.
Ada incluyó en las notas un algoritmo que demostraba exactamente cómo podía utilizarse la máquina para computar una secuencia de números complejos. Lovelace iba más allá de una mera reflexión académica sobre el potencial de la Máquina Analítica y creaba el primer programa de ordenador de la historia. Ella vio en esas columnas de engranajes, una máquina de propósito general, capaz de manipular símbolos e información y conseguir resultados sin intervención humana.
Un elemento fundamental: las tarjetas perforadas
Para que la extraordinaria máquina de Babbage funcionara, Lovelace explicaba en la Nota A al documento de Menabrea cómo recibiría, mediante el uso de tarjetas perforadas, la información sobre la función que se quería que desarrollara. De la misma manera, los resultados podrían ser también emitidos por la máquina perforándolos en estas tarjetas. Además, sería posible organizar las tarjetas de manera que la máquina pudiera realizar un largo y complicado programa sin la intervención humana.
Ese sistema de tarjetas perforadas fue utilizado para programar los primeros ordenadores desde los años 50, hasta mediados de los 80 del siglo XX, años después de la muerte de Lovelace y Babbage.
Con la colaboración de:
Museo del Romanticismo. Madrid
Museo de la Farmacia Hispana – Patrimonio histórico Universidad Complutense de Madrid.
Museo de Medicina Infanta Margarita. Real Academia Nacional de Medicina
Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya.
Heinz Nixdorf MuseumsForum. Paderborn (Alemania)