#MujeresEnCiencia
Sabina cantó que “Las niñas ya no quieren ser princesas” y, según los estudios recientes, parece que tampoco quieren dedicarse a las carreras tecnológicas, a pesar de todas las iniciativas surgidas para incentivar vocaciones en esta dirección. La UNESCO calcula que las mujeres ocupan menos de un 45% de los puestos en ciencia y tecnología en Europa, y los números son peores en ámbitos únicamente tecnológicos.
Para que una niña o una adolescente tenga vocación de científica o de ingeniera, lo primero que tiene que poder hacer es imaginarse a sí misma en ese rol. Tal y como demuestra un estudio reciente, los referentes femeninos con profesiones STEM influyen positivamente en la percepción que las jóvenes de entre 12 y 16 años tienen sobre las carreras científico-tecnológicas.
El estudio sobre la representación de personajes STEM femeninos en los medios muestra cómo la representación mediática de la mujer trabajando en campos de ciencia aumentaría el interés de niñas y mujeres por esas profesiones. Sin embargo, apenas hay mujeres con proyección pública en estos ámbitos; se invisibiliza a las mujeres en disciplinas STEM, y en las ficciones audiovisuales la representación es muy desigual. Mientras hay abundancia de doctoras y enfermeras, apenas encontramos ingenieras o mecánicas.
STEM, vocaciones y brecha de género
El término con el que se hace referencia a estos ámbitos es STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) y pueden distinguirse las STEM tecnológicas y las no tecnológicas. Los datos son muy diferentes en estas áreas y los expertos apuntan a la importancia de la implicación social en las vocaciones femeninas.
Como explica Lina Nilsson, basándose en la experiencia del Blum Center for Developing Economies, las mujeres se inscriben en las ingenierías si perciben que el trabajo futuro a realizar persigue el bien social. Su programa de doctorado en Ingeniería para el desarrollo, enfocado en la realización de tesis que aportaran soluciones para comunidades de bajos ingresos, consiguió tener la mitad de estudiantes mujeres en un año.
En el contexto catalán, como parte del equipo de investigación de UIC Barcelona, presentamos recientemente un boletín sobre ciencia y género ante el Consejo Asesor sobre ciencia y tecnología del Parlament de Catalunya. En él se recogían los datos recientes de las universidades catalanas con cifras muy interesantes: el 55% por ciento del alumnado del sistema universitario catalán son mujeres, que representan el 70% en ciencias de la salud mientras que apenas son un 20% en ingenierías y arquitectura.
Según la Asociación Española para la Digitalización, hasta 2022 se crearían 1 250 000 empleos en estas áreas en España. Esto significa que, en el futuro, si no se consiguen potenciar las vocaciones femeninas en estos ámbitos, la brecha de género será mayor justamente en los ámbitos profesionales de más proyección.
Entre los motivos para las vocaciones científico-tecnológicas destaca la importancia de los entornos familiares, sociales y educativos. La proyección social de lo que podemos o no hacer es importante en nuestra autopercepción. Un ejemplo sencillo que puede ayudarnos a comprender hasta dónde pueden limitarnos las percepciones sociales es lo que tenemos en mente cuando pensamos en correr “como una niña”, algo que se convierte en un insulto a muy temprana edad y que afecta a la autopercepción de las menores.
En este contexto, aunque es un ámbito en el que aún queda mucho por investigar, es muy interesante el rol de las series y las películas en el despertar de vocaciones científicas y, sobre todo, el rol de los personajes femeninos que desarrollan trabajos STEM en las ficciones audiovisuales.
Efecto CSI y Scully
La influencia de las series en las vocaciones universitarias (entre otros asuntos) queda patente con el llamado “efecto CSI”. La conocida serie de televisión influyó en el aumento de vocaciones forenses y nuevos programas universitarios en esta área. A partir de esta serie se ha popularizado esta profesión y precisamente algunas de las pocas representaciones femeninas en STEM son en este ámbito, como es el caso de los personajes de Jenny Cooper en La Forense o de Maura Isles en Rizzoli & Isles.
Por otro lado, se denomina “efecto Scully” al incremento de vocaciones femeninas a raíz del personaje de Dana Scully, de la serie Expediente X en los años noventa. Dana Scully es importante por su rol protagonista poco habitual en el momento para las mujeres, su personalidad y capacidad de iniciativa, además de dar visibilidad a conflictos internos de un personaje STEM femenino. Un estudio de 21st Century Fox, The Geena Davis Institute on Gender in Media y J. Walter Thompson Intelligence muestra que el 63% de las científicas que tenían 12 años cuando se estrenó la serie reconocen que si no hubiera sido por el personaje de Scully seguramente no se hubieran dedicado a la ciencia.
Una de las cifras interesantes que aporta este último estudio es que el 62,9% de los personajes STEM en series y películas son masculinos y la cifra se mantiene desde hace 10 años. También muestra que los medios refuerzan estereotipos incluso sobre qué ámbitos STEM serían los más “apropiados” para las mujeres.
Doctoras pero no físicas, ingenieras o informáticas
Según los datos de PORTRAY HER (gráfico 1), entre los personajes que tienen profesiones en el ámbito STEM hay diferencias importantes entre géneros y profesiones. Mientras el porcentaje de personajes STEM femeninos más alto está en Ciencias de la Vida (65,8%), donde incluso supera al de personajes masculinos, el peor dato es en las ingenierías (2,4%).
Por este motivo es fácil encontrar ejemplos de series sobre ámbitos de salud en los que aparezcan personajes femeninos con roles de doctoras o enfermeras: desde Hospital Central hasta Anatomía de Grey, incluso con liderazgo femenino, como es el caso de Lisa Cuddy en House.
Cuando se trata de pandemias y virus, cada vez parecen más frecuentes personajes como el de Abby Arcane en Swamp Thing o las diferentes doctoras y epidemiólogas en la película Contagio (Soderbergh, 2011) pero sigue siendo muy complicado encontrar personajes femeninos en ámbitos técnicos (ingenieras, mécánicas…) como el de Happy Quinn, la carismática mecánica de la serie Scorpion.
Si a esto sumamos que cerca del 43% de los personajes STEM femeninos sacrifican su vida personal por el trabajo, las ficciones audiovisuales están enviando mensajes desalentadores a niñas y jóvenes que deseen tener una familia.
Entre los mensajes positivos, destaca que tanto los personajes masculinos como los femeninos están representados como líderes en porcentajes similares. También es interesante destacar que los personajes femeninos son tan competentes, inteligentes y empoderados como los masculinos. Claros ejemplos de todo esto serían los personajes de Temperance Brennan en Bones, el de Amy Farrah Fowler en The Big Bang Theory, Ella López en Lucifer o Cosima Niehaus en Orphan Black.
Presencia en medios: una asignatura pendiente
Queda mucho por hacer para eliminar la brecha de género en el mundo de las STEM. Eventos como el STEM Women Congress intentan dar visibilidad al problema, pero el camino a recorrer todavía es largo.
En el ámbito de la ficción audiovisual, como se ha visto, la representación femenina en las series cumple un importante rol en las vocaciones para carreras que serán fundamentales en el futuro. Pero la visibilización femenina en los medios, en relación con disciplinas STEM, va más allá.
Durante esta pandemia y en la carrera por conseguir una vacuna, en la que tres de los proyectos estaban dirigidos por mujeres, las científicas no han recibido la misma presencia en los medios que sus equivalentes masculinos. Es otra línea pendiente por investigar, junto a la importancia de las divulgadoras científicas en redes sociales… Sobre todo si queremos llegar a las niñas y adolescentes entre los 12 y los 16 años.
Autoras: Rebeca Pardo, Profesora de fotografía y Vicedecana de Investigación, Universitat Internacional de Catalunya; Isadora García Avis, Profesora del Grado en Comunicación Audiovisual, Universitat Internacional de Catalunya; Marta Narberhaus, Profesora del Grado en Periodismo, Universitat Internacional de Catalunya y Montse Vidal Mestre, Comunicación sonora transmedia, Universitat Internacional de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.