Gris pinta esta obra en 1923, en un momento en el que su estado de salud había comenzado a agravarse y el pintor se veía obligado a pasar largas temporadas de convalecencia fuera de París. En abril de ese mismo año, protagoniza una exposición monográfica con 54 cuadros y varios dibujos, en la nueva galería de Kahnweiler: la Galerie Simon. El manierismo colorista de La fenêtre aux hollines quizá pueda leerse como una premonición del expresionismo que aparecería en la obra de Gris con la crisis de los meses finales de 1923. El intenso violeta de las cortinas, así como los verdes saturados, recuerdan la obra de algunos de los pintores italianos del siglo XVI que Gris decía admirar, como Pontormo, y pueden indicar el deseo del pintor de explorar territorios distintos de los acostumbrados. De hecho, esta gama de color se haría habitual en sus últimos años, mucho más proclives a la introspección lírica. En La fenêtre aux collines presenta una escena que hasta la fecha se había venido interpretando como la serena y metafórica contraposición entre los dos mundos que componen la visión del artista: interior y exterior -arte y vida-, en el terreno fronterizo de la ventana abierta.
El tema de la ventana abierta había sido explorado por otros pintores, como Matisse o Picasso, y a través de su utilización Gris da rienda suelta al sentido más poético de su creatividad. La yuxtaposición de un bodegón en un espacio interior protagonizado por un instrumento musical, con un espacio exterior abierto que sugiere poderosamente una sensación de amplitud y libertad, había comenzado a ser sistemáticamente cultivado por el pintor a partir de 1921.
