La grappe de raisins fue pintado, según Douglas Cooper, entre enero y julio de 1925. Coincidiendo con el declive físico de Juan Gris, se consolidaba entonces un discreto, pero selecto aprecio de su obra, tanto crítico como comercial. Se suceden las publicaciones sobre la pintura de Gris, que entra ahora a formar parte de importantes colecciones y participa en exposiciones internacionales. Después de la crisis que se había puesto de manifiesto en la pintura de Gris a finales de 1923 y en 1924, el pintor analiza su posición tanto mediante la reflexión teórica como mediante la exploración de diferentes caminos pictóricos.
De entre las variadas formas que adopta la pintura de Gris en estos años finales de su carrera, La grappe de raisins se decanta por la más lírica. Gris había defendido que la pintura que él practicaba era, respecto a la pintura convencional, lo que la poesía a la prosa.
Ante esta obra puede decirse que el pintor había superado el carácter de repertorio de objetos que tanto temía para su pintura, alcanzando la "unidad" que decía buscar ya en 1915. Gris parece haber logrado su objetivo de dar al cuadro una cualidad más sensorial, más puramente pictórica, sin abandonar su deseo de enfatizar la arquitectura de la imagen. Los objetos, a los que ahora alude sin fragmentarlos, tienen una corporeidad que no impide su adaptación a la estructura básica, plana, de la composición.