Antonio López realiza El teléfono en 1963, en un momento en el que su producción se acerca al realismo, aunque mantiene todavía el lenguaje surrealista que había utilizado en obras anteriores. Al pintor le costó prescindir de la imagen mágica surrealista y por eso obras como El teléfono mantienen aún ese carácter onírico y desconcertante. Utiliza una técnica muy empleada en el surrealismo: dépaysement reflechi o desorientación reflexiva. Para ello representa espacios lógicos, como el pasillo o el vestíbulo en el que se encuentra el teléfono, en los que coloca elementos fuera de contexto, en la obra El teléfono la cabeza y mano de una figura femenina que surge en mitad del pasillo sosteniendo un papel o una tela. La mujer volante es otro de los temas representados a menudo en la estética surrealista y al que recurre Antonio López en muchas ocasiones, haciéndolo por primera vez en la obra La lámpara (1959). A través del realismo del espacio y de estos dos elementos tan propios del lenguaje surrealista, Antonio López logra recrear un ambiente onírico y desconcertante que evoluciona en su obra posterior despojándose de los elementos surreales para dar mayor fuerza a las formas reales.